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Concepto de recesión inflacionaria

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En el ámbito de la economía, vocablos como «recesión» e «inflación» a menudo dominan los titulares informativos. No obstante, al fusionarse estos conceptos, la noción de «recesión inflacionaria» puede generar desconcierto. Este suceso económico congrega atributos aparentemente conflictivos: una baja en la energía económica y, a la par, una elevación generalizada de los precios. A lo largo de las siguientes líneas, examinaremos a fondo el significado de una recesión inflacionaria, brindaremos ilustraciones y articularemos sus consecuencias.

Definición y características

Una situación de estancamiento con subida de precios se presenta cuando una nación afronta a la vez un decrecimiento económico y una tasa de inflación elevada. Generalmente, durante una recesión convencional, las naciones sufren una disminución en su producto interno bruto (PIB), un incremento del desempleo y una reducción tanto del gasto como de la inversión. No obstante, en un escenario de recesión inflacionaria, a pesar de la ralentización de la actividad productiva, los precios siguen en ascenso, lo que agrava la coyuntura para los ciudadanos y para quienes diseñan las directrices económicas.

Dos son los factores principales que pueden llevar a una recesión inflacionaria: los choques de oferta y las políticas monetarias. Los choques de oferta pueden aumentar los costos de producción abruptamente, por ejemplo, a través de un aumento súbito en el precio del petróleo o de materias primas clave. Mientras tanto, las políticas monetarias pueden exacerbar la inflación si no están adecuadamente alineadas para controlar la misma.

Ejemplos históricos

Un ejemplo clásico de recesión inflacionaria se dio en los años 70 durante la crisis del petróleo. En 1973, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) decidió reducir la producción, lo que provocó un drástico aumento de los precios del petróleo. Esto resultó en una marcada inflación a nivel mundial, mientras las economías se contraían. Este fenómeno, conocido como «estanflación», fue un ejemplo claro de una recesión inflacionaria.

Otro caso es el de América Latina en la década de 1980, conocida como la «década perdida». Muchos países de la región enfrentaron hiperinflación combinada con la caída del crecimiento económico, resultado de la acumulación de deuda externa, políticas económicas ineficaces y choques externos adversos.

Impacto económico

Una contracción económica combinada con inflación desbocada inflige daños masivos a la estructura económica y al bienestar social. La capacidad de compra de los consumidores se ve severamente mermada, dado que la remuneración salarial no sigue el ritmo ascendente de los precios. Esta situación conduce a un deterioro del nivel de vida y a una bajada en el gasto de los hogares, lo cual, a su vez, podría intensificar la recesión. Las compañías se ven confrontadas con un incremento considerable en sus costos operativos y una disminución en la solicitud de sus productos o servicios, pudiendo resultar en despidos masivos y en la clausura de numerosas actividades comerciales.

Para los formuladores de políticas económicas, una recesión inflacionaria presenta un dilema difícil. Normalmente, en una recesión, se podrían bajar las tasas de interés para estimular la economía, pero ante la elevada inflación, esta estrategia podría agravar el problema. Mejorar la situación económica requiere entonces un delicado equilibrio entre políticas monetarias y fiscales efectivas.

Comprendiendo las intrincadas variaciones económicas

Explorar la complicada relación entre la recesión y la inflación implica descifrar cómo diversas fuerzas económicas pueden combinarse y empeorar la situación financiera. Ante los continuos obstáculos económicos globales, resulta vital comprender y suavizar el impacto de situaciones como la recesión inflacionaria para elaborar estrategias más sólidas y flexibles. Esta información es fundamental para expertos en economía, legisladores y la población en general, permitiéndoles transitar con mayor destreza en periodos de incertidumbre.

Por Otilia Adame Luevano

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